La siguiente es la investigación realizada de las categorías
gramaticales en el encuentro realizado
CATEGORÍAS GRAMATICALES
Es el nombre bajo el que se
agrupan todas las palabras del idioma, distribuidas por 9 clases. Estas clases
son: 1. sustantivos o nombres, 2. pronombres, 3. adjetivos, 4. adverbios, 5.
verbos, 6. preposiciones, 7. conjunciones y 8 determinantes.
Artículo, constituyente obligatorio
del sintagma nominal que se antepone al nombre para actualizarlo y señalar si
el sustantivo es conocido o no por el emisor, receptor o ambos.
Se clasifica en determinado
o definido e indeterminado o indefinido. Las antiguas gramáticas tomaban al
artículo como una de las partes de la oración; en la actualidad se le considera
un morfema gramatical del sustantivo, con el que se combina, y del cual nos
indica el género y el número. Puede estar precedido de un preartículo (todo
un hombre) o seguido de un posartículo (la misma casa).
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Las formas que presenta el artículo
son:
Determinados: masculino singular: el; femenino singular: la;
neutro singular: lo; masculino plural: los; femenino plural: las.
Indeterminados: masculino singular: un o uno; femenino singular: una;
masculino plural: unos; femenino plural: unas. No existe la forma
de neutro plural.
Los artículos determinados proceden del
demostrativo latino ille, illa, illud. Ille evolucionó en castellano
hacia la forma masculina él; illa dio origen a dos formas femeninas: él
y la; illud se trasformó en el neutro lo. El artículo
indeterminado procede del numeral latino unus, una, unum; está
relacionado con los indefinidos y los numerales. Puede ser correlativo de otro:
‘Uno’ es inteligente, otro tonto, e intercambiable en algún contexto con
algún o alguno: Debe haber ocurrido ‘un’ / algún accidente.
El artículo neutro lo sólo se
utiliza en español para sustantivar (véase Sustantivación) adjetivos o
proposiciones, puesto que no existen sustantivos neutros: Me gusta ‘lo
alegre’; ‘lo que me dices’ me divierte.
Cuando el artículo el lleva
delante las preposiciones a o de se contraen y constituyen las
formas contractas al y del respectivamente: a + el > al:
Mañana iremos ‘al’ cine; de + el > del: El agua ‘del’ río está
helada.
Sólo si el artículo entra a
formar parte de un nombre propio como El Escorial, un apellido o
sobrenombre: el Viti, o el título de una obra puede mantenerse la separación:
Fueron ‘a El’ Escorial; Al torero Santiago Martín se le conoce con el
sobrenombre ‘de El’ Viti; Fui al estreno ‘de El’ perro del
hortelano.
Cuando el sustantivo al que precede
comienza por a o ha tónicas, se escriban o no con acento
ortográfico, el artículo femenino singular que aparece delante toma la forma el
(procedente del femenino illa latino) en lugar de la: el ala,
el hada; pero toma la forma la si el artículo precede a un
adjetivo o va en plural: ‘la alta’ torre, las alas, las hadas. Se
exceptúan de esta regla los nombres de las letras a y h: la a,
la hache, y aquellos sustantivos que empiezan por a tónica, cuya
forma es igual para el masculino que para el femenino y en las que sólo la forma
del artículo que le antecede nos permite distinguirlo: el / la árabe.
Sin embargo, no todos los sustantivos que comienzan por a tónica son
femeninos: el átomo / los átomos, el acto / los actos. El artículo
indeterminado un también es femenino si le sigue una palabra que
comience por a, ha tónicas: un águila / unas águilas.
Función
El artículo siempre funciona
como determinante del sustantivo al que acompaña, o como determinante de
aquello que aparezca sustantivado porque convierte en sustantivo de discurso
todo aquel elemento al cual antecede y que originalmente no fuera un
sustantivo: El gato atrapa ‘al ratón’; Yo compré ‘lo que me pareció mejor’.
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El artículo es un determinante
semánticamente vacío, no obstante, el que aparezca en español el artículo
determinado o el indeterminado, o el que el sustantivo vaya o no precedido de
un artículo, hace que en el sustantivo se produzcan diferencias semánticas.
Un sustantivo, que sin artículo
tiene un valor genérico o es una simple abstracción para los hablantes,
precedido de un artículo determinado, se convierte en algo conocido
tanto para el emisor como para el receptor; por el contrario, el artículo
indeterminado designa un nombre no conocido por uno de los dos o por ambos
a la vez y lo presenta. El término casa es genérico, mientras que la
casa es algo concreto.
Cuando un objeto es desconocido
se utiliza para nombrarlo por primera vez un artículo indeterminado, pero si se
vuelve a mencionar con posterioridad se hace uso del determinado porque ya ha
sido presentado al receptor y éste lo identifica con algo concreto. El artículo
determinado tiene, pues, un valor deíctico o referencial: En la tienda vi
‘un armario’; ‘el armario’ era grande y lindo.
Sin embargo, puede no aparecer el
artículo si el nombre está en plural: Llevamos bananas ‘al’ mercado,
o si el sustantivo hace alusión a una realidad no contable: Vendo trigo.
En alguna ocasión, la presencia o ausencia del artículo establece una clara
oposición de significados: busco abrigo / busco el abrigo / busco un abrigo.
Uno, una pueden utilizarse como pronombres
personales indefinidos, con el significando de ‘uno cualquiera’.
En una relación de sustantivos
o sintagmas yuxtapuestos o coordinados entre sí, el artículo puede aparecer
escrito una sola vez y sobrentenderse en las demás: La fe, esperanza y
caridad son virtudes. Si dos o más sustantivos agrupados pertenecen a
distinto género, el artículo prefiere la forma masculina a la femenina casi
siempre.
No se han de confundir los
artículos con los pronombres o adjetivos que tienen su misma forma: lo, los,
las: los artículos van siempre delante de un sustantivo o elemento
sustantivado; los pronombres nunca acompañan a ningún sustantivo, siempre lo
sustituyen y se refieren a personas; un, unos: como artículos designan a
personas, animales u objetos indeterminados; como pronombres tienen un
significado numeral o de aproximación.
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Nombres o sustantivos
Sustantivo, categoría léxica que
expresa la pertenencia de las cosas a alguna clase o conjunto de entidades que
poseen rasgos en común y que se caracteriza por ser núcleo de sintagmas
nominales.
Tradicionalmente, los sustantivos se han
definido como las palabras que sirven para designar
personas, animales o cosas, ya sean reales o existentes sólo en la mente
humana. El término ‘cosas’ resulta bastante vago, pues los sustantivos pueden
hacer referencia a: objetos físicos (libro), cualidades (hermosura),
acciones (movimiento), sentimientos (alegría), cantidades (millar),
entre otros. Sin embargo, hay también otras categorías léxicas que pueden hacer
referencia a cualidades, como los adjetivos (bello), a acciones, como
los verbos (moverse), o a cantidades, como los numerales (tres),
por lo que es necesario ampliar la definición tradicional, puramente semántica,
con criterios formales.
En la actualidad, se suele
utilizar nombre como sinónimo de sustantivo, aunque la gramática tradicional
incluía los adjetivos también en la categoría nombre, de manera que se
distinguía entre nombre sustantivo y nombre adjetivo. No es sorprendente que se
incluyeran dentro de una misma categoría, puesto que, en español y en otras
lenguas romances, los sustantivos y los adjetivos comparten muchas
características, como la flexión. Además existen muchas palabras que pueden ser
tanto sustantivos como adjetivos, dependiendo del contexto en que aparecen.
Así, jóvenes es sustantivo en Muchos jóvenes acudieron a la
manifestación, mientras que es adjetivo en Los asistentes eran muy
jóvenes.
El sustantivo constituye una clase de
palabras abierta, lo que significa que se pueden incorporar nuevos sustantivos
a una determinada lengua. Véase Neologismo.
Desde el punto de vista formal,
el sustantivo es una categoría con flexión en muchas lenguas, es decir, admite
variaciones en su terminación para indicar las categorías gramaticales de
género, número y, a veces, caso (véase Flexión).
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1.
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El
género de los sustantivos
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Los sustantivos en español pueden
ser masculinos o femeninos. Véase Género.
No debe confundirse el género con el
sexo: el género es una característica gramatical mientras que el sexo es una
característica biológica de algunos seres vivos. De hecho, los sustantivos
tienen género independientemente de que los seres referidos tengan sexo o no,
como sol, que es masculino o luna, que es femenino. No hay nada
en las entidades designadas que determine el género gramatical de los
sustantivos. De hecho, en otras lenguas, estos sustantivos presentan otros
rasgos de género (como en alemán Sonne, femenino y Mond
masculino).
Los sustantivos que designan seres
animados suelen indicar la diferencia de género, y de sexo, con morfemas de
género, es decir presentan moción:
Formas masculinas señaladas por los morfos de género masculino -o, -e o -Ø:
chico, jefe, señor.
Formas femeninas señaladas por el morfo -a: chica, jefa, señora.
En muchas ocasiones, aunque los
sustantivos se refieren a seres sexuados, tienen género inherente, es decir,
son sólo masculinos o sólo femeninos. Algunos pueden referirse a seres de
cualquier sexo: persona es siempre femenino aunque designe a hombres; abanto
o desastre son siempre masculinos. Otros sustantivos, aparte de
tener género inherente, se refieren a seres de un único sexo, por lo que se
recurre a palabras diferentes para establecer el contraste de sexo: hombre/mujer;
caballo/yegua, etcétera.
En el caso de sustantivos con
género inherente referidos a animales o plantas, la distinción de sexo se
realiza añadiendo ‘macho’ o ‘hembra’: la araña macho / la
araña hembra; el abrótano macho / el abrótano hembra. La
gramática tradicional llamaba a estos sustantivos epicenos.
Otros sustantivos referidos a seres
animados se dice que son comunes en cuanto al género pues, según el contexto,
tienen un género u otro para referirse a un sexo o a otro: el/la estudiante.
La mayoría de los sustantivos
que se refieren a entidades inanimadas tienen género inherente. No obstante,
algunos sustantivos son ambiguos en cuanto al género pues pueden acompañarse
indistintamente de artículos o determinantes femeninos o masculinos (el/la
maratón). En algunos casos, sin embargo, existen connotaciones diferentes (el/la
mar). No deben confundirse este tipo de sustantivos con aquellos que
cambian radicalmente de significado según se trate del femenino o del
masculino, como coma, y que normalmente tienen orígenes diferentes. No
se trata en este caso de sustantivos ambiguos en cuanto al género, sino de
sustantivos homógrafos.
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2.
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El
número en los sustantivos
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En español, los sustantivos pueden
ser singulares o plurales. La mayoría de los sustantivos presentan flexión de
número, es decir tienen formas diferentes para el singular y para el plural, lo
que se señala con el morfo Ø (o ausencia de morfema de número, según los
autores) en casa y canción, frente a los alomorfos de plural /s/,
casas, o /es/, canciones. Véase Número.
Algunos sustantivos son invariables, es decir,
tienen la misma forma en singular y en plural, como los llanos q1ue acaban en
–s o –x, por ejemplo tesis o clima,
incluido los compuestos formados a partir de un verbo y un sustantivo,
como saltamontes o guarda espaldas.
Existen sustantivos que designan
entidades formadas por dos partes simétricas y que pueden significar lo mismo
en singular que en plural: Ayer me corté con una tijera/unas tijeras.
Tanto si existe la forma en singular (pantalón/pantalones) como si no (prismáticos),
el plural puede referirse a un solo objeto o a varios: Me gustan las gafas
que llevas puestas (un objeto); En su casa tiene muchas gafas (varios
objetos).
Algunos sustantivos sólo tienen forma singular.
Se trata de los singularia tántum, como sed.
Los sustantivos que sólo tienen
número plural se denominan pluralia tántum, por ejemplo víveres o
bártulos.
La función primordial del sustantivo es
la de constituir el núcleo de un sintagma nominal.
En la oración María ve la
televisión, María es el sintagma nominal sujeto, constituido en este caso
únicamente por un núcleo; televisión es el núcleo del sintagma nominal la
televisión, que hace la función de complemento directo.
Dentro de un sintagma nominal, el
sustantivo puede ir acompañado y ser modificado por:
a) Determinantes de cualquier tipo o artículos: ‘Esta’ casa me gusta.
b) Adjetivos: El hombre ‘alegre’ resulta siempre agradable.
c) Sustantivos: Han construido una nueva ciudad ‘dormitorio’.
d) Sintagmas preposicionales: El estuche ‘de cuero’ es bonito. Quiero café
‘con leche’.
e) Oraciones de relativo: El balón ‘que me regaló mi tío’ es grande.
El sustantivo, como núcleo del
sintagma nominal, impone el género y el número a los determinantes, adjetivos o
participios que lo acompañan o complementan: El zapato es precioso; Esas
chicas son portuguesas; La niña estaba cansada. Véase Concordancia.
Cuando un sustantivo completa el
significado de otro sustantivo realiza la misma función que un adjetivo. Véase
Adjetivación.
Ciertas palabras, sin ser sustantivos ni
pronombres, realizan en la oración la misma función que estos; se dice entonces
que están sustantivadas o que son sustantivos de discurso. En estos
casos van precedidas de un determinante o de artículo: Siempre tiene un ‘no’
para todo. Véase Sustantivación.
Los sustantivos pueden ser sometidos a
diversas clasificaciones semánticas:
Hoy día se habla de sustantivos
o de nombres, aunque a la hora de distinguir entre comunes y propios se utiliza
el término ‘nombre’ más frecuentemente que el de sustantivo. Así se habla de
nombres propios o nombres comunes y no de sustantivos propios o sustantivos
comunes.
Los nombres comunes aluden a
personas, animales o conceptos en general que existen en la realidad o son
producto de la imaginación humana y cuyas características especiales no
difieren de los de su misma clase: zapato, cisne, unicornio, masmédula
(véase Oliverio Girondo), jitanjáfora. Asocian un elemento a un
determinado conjunto de elementos (zapato al conjunto de los zapatos).
A diferencia de los comunes,
los nombres propios distinguen o identifican un individuo entre los
demás elementos de una misma clase: Leonor, Babieca, Tizona.
Cuando se refieren a personas o cosas personificadas reciben el nombre de antropónimos,
si aluden a espacios geográficos se denominan topónimos. Se escriben
siempre con mayúscula inicial (véase Antroponimia; Toponimia).
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2.
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Contables
y no contables
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Los sustantivos no contables son
aquellos que se refieren a materias y son medibles. Denotan cosas que pueden
dividirse hasta el infinito conservando su naturaleza. Los sustantivos
contables, por otro lado, designan entidades individuales que al dividirse no
mantienen su naturaleza. Un poco de agua (no contable) sigue siendo agua,
mientras que una parte de una silla (contable) no es una silla.
Esta clasificación semántica tiene
notables consecuencias sintácticas.
Los contables pueden combinarse con
numerales cardinales (una silla, dos sillas, etcétera) al contrario que los no
contables (*un dinero, *dos dineros, etcétera). En algunos casos, los nombres
no contables se recategorizan como contables para referirse a unidades típicas
o a tipos de sustancia: un café es una taza (contable) de café en
Se tomó un café; un establecimiento (contable) en Quedamos en el café
de la esquina o un tipo (contable) de café en Compró un café brasileño
en lugar de colombiano.
Los sustantivos no contables pueden
utilizarse sin determinantes como complementos, lo que no sucede con los
contables, que para aparecer sin determinación deben presentar forma plural,
como se observa en los siguientes ejemplos: La niña pidió pan; *La niña
pidió libro; La niña pidió libros. Véase Determinantes.
Los sustantivos contables pueden
subdividirse a su vez en colectivos e individuales. Los sustantivos colectivos
designan en singular conjuntos de entidades, como familia o ejército,
mientras que los individuales designan una sola entidad, como soldado.
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3.
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Concretos
y abstractos
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Los sustantivos concretos
designan elementos individuales cuya existencia el hablante percibe a
través de los sentidos o de su representación en imágenes: libro, tejado.
Los sustantivos abstractos nombran un concepto,
una cualidad o un estado que sólo es aprehensible por la mente humana: libertad,
amor. Muchos sustantivos abstractos de cualidad derivan de adjetivos: simpleza,
hermosura.
Algunos sustantivos son abstractos en
singular y concretos en plural. Por ejemplo, amistad es abstracto en Aquel
abrazo fue una manifestación de amistad, mientras que amistades es
concreto en A su madre no le gustan sus amistades, pues se refiere a los
amigos de alguien.
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Adjetivo
Adjetivo, parte variable de la
oración que acompaña opcionalmente al sustantivo en el sintagma nominal, para
calificarlo (adjetivo calificativo) o determinarlo (adjetivo determinativo),
concordando con él en género, número y en algunas lenguas también en caso. Véase
Concordancia.
En la gramática tradicional se le
llama nombre adjetivo, y comparte con el sustantivo el género, el número y
alguna función gramatical.
El adjetivo, desde un punto de vista
formal, está compuesto por un lexema o raíz, que aporta el significado
de la palabra, y unos morfemas que lo completan. Los morfemas son de dos tipos:
constituyentes y facultativos.
Los constituyentes u obligatorios
son los gramaticales de género (masculino y femenino) y número
(singular o plural). Como el adjetivo calificativo no tiene un género
específico, se limita a adoptar el del sustantivo al que acompaña. Puede
presentar dos formas: una variable, que ofrece una terminación para el
masculino y otra para el femenino, cuya oposición es -o/-a, -e/a, ø/a: bueno/buena,
rubiete/rubieta, cantarín/cantarina, y otra invariable, cuya única forma
sirve para ambos géneros: rebelde, infantil.
Cuando aparecen antepuestos a un
sustantivo masculino, algunos adjetivos presentan una forma apocopada: mal
asunto / mala noticia. Véase Apócope.
El adjetivo toma el mismo
número que el del sustantivo, ya que ha de establecer la concordancia con él.
Los adjetivos que en singular terminan en vocal átona forman su plural
añadiendo una -s; los que en singular acaban en consonante o en vocal
tónica, lo hacen añadiendo -es.
El artículo no es, como ocurre
con el sustantivo, un morfema del adjetivo. Si en un sintagma aparecen un
artículo y un adjetivo sin ningún sustantivo al que completen, el artículo
sustantiva al adjetivo. Véase también Sustantivación.
Los constituyentes facultativos del
adjetivo son los prefijos y sufijos, que modifican el significado
del lexema. Los sufijos pueden ser: aumentativos, diminutivos y derivativos.
Ejemplos de análisis de adjetivos
desde el punto de vista formal: Bajito: baj- (lexema), -it-
(morfema diminutivo), -o (morfema gramatical de género), -ø
(ausencia de morfema gramatical de número).
Mexicanas: Mexic- (lexema), -an-
(morfema derivativo), -a (morfema gramatical de género), -s
(morfema gramatical de número).
Algunos adjetivos se han formado a
partir de palabras primitivas que originalmente no tenían esta categoría
gramatical, pues eran sustantivos, adjetivos o verbos, pero a las que al añadir
a su lexema un morfema derivativo, además de darles éste un nuevo significado,
las ha convertido en adjetivos: Colonia, colonial; trigo, trigueño; azul,
azulado; amar, amable; oír, oíble. Otros se han formado a partir de dos
palabras primitivas: barbilampiño, agridulce
Casi todos los adjetivos (los que
señalan propiedades o características cuantificables) pueden presentar su
cualidad en diferentes grados de intensidad o plenitud para mostrarla tal cual
es, para establecer una comparación entre dos elementos o para potenciar al
máximo la cualidad del adjetivo.
El grado positivo presenta la
cualidad del adjetivo en su término medio, sin ponerla en relación con ninguna
otra: alegre, bondadoso. El grado comparativo presenta la cualidad del
adjetivo en relación con otra, estableciendo su superioridad (más generoso),
igualdad (tan agradable) o inferioridad (menos risueño) con
respecto a ella. Más, tan y menos son adverbios, adyacentes del
adjetivo al que acompañan; el segundo término de la comparación se establece
mediante otros marcadores, los nexos conjuntivos comparativos que y como.
El grado superlativo expresa la cualidad en su más alto grado, marcando una
relación absoluta (superlativo absoluto) mediante:
a) los adverbios muy, extraordinariamente, enormemente,
altamente, extremadamente: Muy especial, enormemente listo.
b) los prefijos archi-, extra-, requete-, super-: Requetelimpio,
superinteligente.
c) con los sufijos -ísimo o -érrimo: listísimo, celebérrimo.
d) locuciones adverbiales: la mar de simpático.
El superlativo puede ser también
relativo, si expresa la máxima cualidad de algo o alguien en relación con otras
personas, animales o cosas de un grupo determinado: Sonia es la más
simpática de mis amigas (de superioridad), Juan es el menos complaciente
de la clase (de inferioridad). Muy es incompatible con la
terminación -ísimo: muy buenísimo.
Procedentes del latín, en español se
conservan comparativos y superlativos irregulares que conviven con las
regulares correspondientes. Así, del bueno surge el comparativo mejor
y el superlativo óptimo, que pueden alternar con más malo y muy
malo. Los demás comparativos y superlativos irregulares son:
De malo: peor; pésimo
de grande: mayor; máximo
de pequeño: menor; mínimo
de alto: superior; supremo o sumo
de bajo: inferior; ínfimo.
Además, existen otros superlativos
irregulares, procedentes del latín, de carácter culto o literario, cuyas formas
más usadas son:
acre: acérrimo
amable: amabilísimo
amigo: amicísimo
antiguo: antiquísimo
áspero: aspérrimo
benévolo: benevolentísimo
célebre: celebérrimo
cierto: ciertísimo o certísimo
cruel: crudelísimo
fiel: fidelísimo
frío: frigidísimo
fuerte: fortísimo
libre: libérrimo
mísero: misérrimo
noble: nobilísimo
nuevo: novísimo
pobre: paupérrimo
pulcro: pulquérrimo
sagrado: sacratísimo
salubre: salubérrimo
simple: simplicísimo
Estos superlativos presentan otra forma
popular o coloquial, como amiguísimo, asperísimo, cruelísimo, integrísimo...
Algunos adjetivos tienen formas duplicadas en el superlativo con variaciones
fonéticas: bonísimo/buenísimo, fortísimo/fuertísimo, o cambios de
grafías: antiquísimo (derivado de antiguo). Potísimo, ‘muy
poderoso’ y ubérrimo, ‘muy abundante y fértil’ son superlativos cultos,
no existen en español adjetivos en grado positivo de los que se hayan formado.
Relacionados con los comparativos y
superlativos tradicionales están los aumentativos, diminutivos y los
despectivos, que establecen también una relativa idea comparativa y que se
hallan a medio camino entre la flexión y la derivación.
El adjetivo calificativo
expresa una cualidad del sustantivo al que acompaña o con el que se relaciona.
Puede ser especificativo o explicativo. El especificativo es el
que delimita (especifica) la significación del sustantivo; aporta una
información necesaria, por lo que no se puede suprimir sin que varíe
sustancialmente el significado de la frase. Suele ir pospuesto al sustantivo: El
libro ‘pequeño’ está sobre la mesa. El explicativo o epíteto aporta una
información ya conocida e intrínseca al significado del sustantivo; por lo
tanto, si se prescinde de él no varía notablemente el significado de la frase: Dejó
su huella en la ‘blanca’ nieve. Aparece antepuesto al sustantivo.
La posición que ocupa
el adjetivo con respecto al sustantivo al cual acompaña suele estar muy
relacionada con lo semántico. Generalmente se afirma que en español el hablante
goza de una cierta libertad para anteponer o posponer el adjetivo al sustantivo
en función de su preferencia o intencionalidad: prado verde, verde prado; la
casa alta, la alta casa, pero hay veces en las que la norma impone su
anteposición o posposición; así se dice, por ejemplo, mujer casada, color
azul, cosa difícil de conseguir. A veces cambia el
significado del adjetivo dependiendo de su posición: buen hombre/hombre
bueno, pobre hombre/hombre pobre, mala comida/comida mala.
Verbos
Verbo, parte de la oración,
que funciona como núcleo del predicado e indica proceso, acción o estado
Presenta formas simples, que constan de
una sola palabra: canto, temía, partiré; formas compuestas constituidas
por dos o más palabras y que son los llamados tiempos compuestos: he
cantado, hubiera temido, habrá partido y además perífrasis verbales: tengo
que cantar, volvió a temer, voy a partir. Admite las categorías
gramaticales de tiempo, aspecto, modo y voz, además de las de persona, que
comparte con los pronombres personales y posesivos, y la de número que se da
también en el sustantivo y el adjetivo. Carece de género, excepto el
participio.
Las formas verbales constan de un
lexema o raíz que encierra el significado léxico del verbo y de formantes
constitutivos, desinencias o morfemas que aportan la información gramatical varía:
número, persona, tiempo, modo y aspecto. Entre el lexema y los formantes
constitutivos se sitúa la vocal temática que informa sobre la conjugación a la
que pertenece el verbo y que aparece sin alteración en el infinitivo. El verbo
admite formantes facultativos y constituyentes.
Los formantes facultativos son prefijos:
des- deshacer, re- rehacer, ante- anteponer, contra- contraponer, en-
ensuciar, em- embarcar, entre- entreabrir, inter- intercambiar, pre- prever,
tras- trasnochar, sub- subestimar, sobre- sobrecargar, y sufijos: -ear,
vocear, lloriquear; -ecer, favorecer, oscurecer; -ejar, cotejar, bosquejar;
-guar, santiguar, amortiguar; -ificar, bonificar, cuantificar; -uar, actuar,
conceptuar; -iar, carbonizar, economizar.
Los formantes constituyentes o
gramaticales pueden ser:
1) Desinencias, morfemas flexivos
que se añaden al tema (lexema + vocal temática) para indicar: tiempo
(presente, pasado o futuro), modo (indicativo, subjuntivo, e
imperativo), aspecto (perfectivo, imperfectivo, resultativo, incoativo,
ingresivo, durativo), número (singular o plural) y persona
(primera, segunda o tercera). En el verbo, con un mismo morfema se representa a
la vez tiempo, modo y aspecto, o número y persona; es lo que se denomina
sincretismo verbal. Pero hay veces en que el morfema no está explícito, como
por ejemplo ocurre con el de tiempo-modo-aspecto en el presente de indicativo
(cant-a-mos), en ese caso, se representa su ausencia con el signo Æ. Las formas
verbales que presentan desinencias se denominan formas personales del verbo.
2) Sufijos verbales (-ar,
-er, -ir del infinitivo; -ando, -endo del gerundio y -ado, -ido
del participio), terminaciones propias de las formas no personales del verbo,
llamadas también verboides.
3) Verbos auxiliares: Los tiempos
compuestos de los verbos y la pasiva se construyen en español mediante verbos
auxiliares (haber y ser) y el participio del verbo que se
conjuga. Por lo tanto, estos verbos auxiliares están gramaticalizados; es
decir, han perdido su significado propio y han pasado a ser meros morfemas de
la forma verbal que le sigue —el auténtico verbo—, indicando el tiempo, modo,
aspecto, número y persona de la forma compleja verbal resultante. Lo mismo
ocurre con las perífrasis verbales, formadas por un verbo gramaticalizado que
funciona como auxiliar y un infinitivo, un gerundio o un participio, entre los
que puede haber una preposición o una conjunción.
Entre el lexema y los morfemas
gramaticales en español puede aparecer la vocal temática (a, e, i), que
es un morfema gramatical carente de significado; indica si el verbo pertenece a
la primera (-a-, cantar), segunda (-e-, temer) o tercera (-i-,
partir) conjugación. Esta vocal temática no está siempre presente porque se
neutraliza, como en la primera persona del singular del presente de indicativo,
o se transforma en un diptongo, como en la tercera persona del plural del
pretérito perfecto simple de los verbos de la segunda y tercera conjugación.
Ejemplos de análisis formal de formas verbales:
Contables
: Lexema;
aporta el contenido semántico de la palabra.
-a-: Vocal temática; indica que el verbo cantar sigue el paradigma de la
primera conjugación verbal del español.
-ba-: morfema gramatical que indica tiempo (pretérito imperfecto), modo
(indicativo) y aspecto (imperfectivo).
-mos: morfema gramatical que indica persona (primera) y número (plural).
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Habíamos contado:
Habíamos: forma auxiliar, procedente del verbo haber, susceptible
en sus orígenes de ser dividida en partes como cualquier forma verbal simple,
pero que al estar gramaticalizada funciona como morfema de la forma verbal que
le sigue, a la cual aporta las nociones de tiempo (pretérito pluscuamperfecto),
modo (indicativo), aspecto (perfectivo), persona (primera) y número (plural).
cant-: lexema; aporta el significado de la palabra.
-a-: vocal temática que indica que el verbo sigue el paradigma de la
primera conjugación.
-do: morfema de participio; indica aspecto perfectivo.
Categorías
verbales
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Número
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El número del verbo es una
marca de concordancia impuesta por el sujeto. Las formas verbales pueden ir en
singular: yo hablo o en plural: nosotros hablamos. No presentan
variaciones de número las formas no personales o verboides del infinitivo y
gerundio: hablar, hablando. Los verbos unipersonales sólo presentan
formas verbales en singular, por su referencia nocional de la impersonalidad: nieva,
nevaba. A veces, aparecen usos verbales que presentan una relación especial
de concordancia con el sujeto, el verbo puede aparecer en plural con sujetos en
singular: Eso son amores; este tipo de discordancia es aceptada porque
responde a razones de significación o de sentido, porque, aunque el sujeto vaya
en singular tiene significado de plural.
Persona
La persona del verbo varía,
de acuerdo con las personas gramaticales que el sujeto presenta, afecta también
a los pronombres personales y a los posesivos. La persona remite a los
interlocutores del discurso, según el eje básico hablante-oyente, yo-tú. Las
personas son: primera, segunda y tercera, en singular: yo amo, tú amas, él
ama, o plural: nosotros amamos, vosotros amáis, ellos aman. Hay que
señalar algunas excepciones de algunos verbos y formas verbales, que sólo se
utilizan en tercera persona de singular, como los verbos unipersonales: Nieva,
y algunos verbos defectivos: Atañe. Las formas no personales o verboides
carecen de persona: comer, comiendo, comido. El imperativo sólo tiene
segunda persona.
Modo
El morfema verbal de modo
indica la actitud del hablante ante el enunciado y significación verbal: la
actitud puede ser objetiva o subjetiva. Ésta puede presentarse como un hecho
cierto, o bien, considerar que su realización será más o menos incierta,
virtual, hipotética, deseable, deseada, dudosa... Es una categoría específica
del verbo. Si el hablante expresa la realidad de forma objetiva, sin tomar
parte de ella, utilizará el modo indicativo, el modo de la realidad: Sergio
estudia mucho; Hace calor; Mañana iremos al cine. Si el hablante participa
en el enunciado, expresa de una forma subjetiva deseo, duda, temor...,
utilizará el modo subjuntivo de la no realidad, de la representación mental: Ojalá
tenga suerte; Es posible que lo haga. La gramática tradicional distingue
cuatro modos verbales: indicativo, subjuntivo, condicional e imperativo, en
realidad son dos los modos verbales: indicativo y subjuntivo, que corresponden
a la doble actitud posible del hablante ante el enunciado: objetiva y
subjetiva.
Los modos tradicionales
imperativo y condicional no son más que variantes del modo subjuntivo y del
modo indicativo: el imperativo del subjuntivo y el condicional del indicativo.
El modo indicativo es
el modo actualizador por excelencia. Sus formas sitúan el acontecer en un lugar
y momento dados. Sus formas verbales expresan que el hablante considera la
acción o proceso como algo perteneciente a la realidad, que posee existencia
objetiva: El muchacho está aquí. Había acudido mucho público. Iré a tu casa
hoy.
El modo subjuntivo es
el modo de lo virtual, ofrece la significación del verbo sin actualizar y a él
pertenecen las formas verbales con las que el hablante considera la acción o
proceso como algo irreal, como un hecho que existe en su pensamiento pero al
que no puede atribuir fuera de éste, existencia real con seguridad: Espero
que estés en casa; Ojalá lo hagas; Acaso vaya.
El modo imperativo expresa
mandato u orden, función apelativa, se utiliza exclusivamente en situación de
discurso. El mandato es la subjetivación del enunciado con matiz significativo
optativo en grado máximo, sólo se utiliza en la segunda persona. Así, el
imperativo queda incluido por su significado verbal en el modo subjuntivo. En
su uso se confunde o alterna con el subjuntivo. El imperativo sólo acepta forma
afirmativa: Ven tú. Venid vosotros. La forma negativa de mandato se
expresa en presente de subjuntivo: No lo hagáis. Para expresar mandatos
indirectos u órdenes referidas a otras personas gramaticales, que no sea la
segunda, se utiliza también el presente de subjuntivo: Lo digan ellos.
El modo condicional es
un tiempo verbal creado en las lenguas románicas, no existía en latín. Procede
de la perífrasis latina del pretérito imperfecto de indicativo + infinitivo: Amaría
de amare habebam. A lo largo de la historia de la lengua, el condicional
ha presentado vacilaciones significativas de uso e incluso terminológicas. En
principio, se denominó modo potencial, por su significación hipotética o posible:
Me compraría un coche si pudiera; en la actualidad la Real Academia
Española lo denomina condicional, por influjo de la gramática francesa y por
ser el tiempo característico de las condicionales. Por su significado, es un
futuro hipotético, indica siempre una acción futura respecto a otra. Se incluye
como variante de modo indicativo, porque el hablante lo utiliza como expresión
de una acción real. En el uso actual se sustituye o alterna con el pretérito
imperfecto de indicativo en las oraciones condicionales: Si tuviera dinero,
me compraría una casa o me compraba una casa.
Tiempo
El tiempo es la categoría
gramatical que ubica el acontecer del verbo en el imaginario eje del tiempo
natural o real del hablante. Se trata de una categoría deíctica. El tiempo es
un concepto de medida; el hablante necesita expresar la fecha de las acciones,
o comportamientos que expresa con el verbo, y para ello utiliza un segmento
imaginario, en el que el punto de partida es presente, todo lo anterior es
pasado y lo que queda por venir, futuro. La oposición básica se establece entre
el presente, el pasado y el futuro, acción simultánea, anterior y posterior
respectivamente al ahora del hablante. El presente es puntual, pero en la
conciencia del hablante abarca lo que acaba de ser presente y es pasado y lo
que es todavía futuro, pero que va a ser presente de inmediato. El hablante, la
realidad que mejor conoce es la que ha vivido, la que se ha dado en el pasado.
La realidad del presente la conoce, pero no la ha asimilado, y la realidad del
futuro la desconoce. Por eso, en la conjugación española hay más tiempos
verbales en el pasado que en el presente y en el futuro.
Los tiempos verbales del modo
indicativo son: Tiempos del presente: presente: amo, temo,
parto; pretérito perfecto: he amado, he temido, he partido. Tiempos
de pasado: pretérito imperfecto: amaba, temía, partía;
pretérito indefinido o pretérito perfecto simple: amé, temí, partí;
condicional simple: amaría, temería, partiría; pretérito
pluscuamperfecto: había amado, había temido, había partido;
pretérito anterior o copretérito: hube amado, hube temido, hube
partido; condicional compuesto: habría amado, habría temido, habría
partido. Tiempo del futuro: futuro simple: amaré, temeré,
partiré; futuro compuesto: habré amado, habré temido, habré partido.
Voz
La voz es la categoría
gramatical que indica si el sujeto realiza la acción, la recibe o la sufre. Hay
dos voces, activa y pasiva. La voz activa indica que el sujeto gramatical
coincide con el agente de la acción expresada por el verbo, acción que se
ejerce sobre un objeto: Pedro compró una casa. En la voz pasiva, el sujeto no
realiza la acción, sino que la recibe o padece, el sujeto coincide con el
objeto. El agente puede estar especificado o no: La casa fue comprada por
Pedro. El verbo español ha perdido las formas propias de la voz pasiva latina,
para su expresión se utiliza el verbo ser más el participio del verbo
conjugado, en concordancia con el sujeto: El león es temido; Los leones son
temidos. No existen, en español, morfemas específicos de voz. Sólo admiten la
voz pasiva aquellos verbos que pueden usarse como verbos transitivos.
Otra forma de expresión
de la voz pasiva es la pasiva refleja, que aparece en construcciones en voz
activa con el pronombre se y significado pasivo: Se abren las puertas de la
catedral a las diez. El sujeto gramatical las puertas recibe la acción del
verbo (abren: son abiertas). Se, morfema indicativo de voz pasiva, indica que
el sujeto gramatical debe interpretarse como objetivo.
Clases
de verbos
Desde un punto de vista
formal los verbos pueden ser regulares, irregulares y defectivos. Según
criterios morfosintácticos, los verbos se clasifican en verbos auxiliares,
plenos, copulativos, predicativos, transitivos, intransitivos, pronominales,
regulares, irregulares y defectivos, y según su significado léxico en verbos
perfectivos e imperfectivos, incoativos, frecuentativos e iterativos.
Verbos
regulares e irregulares
|
Los verbos regulares son los verbos
que en las distintas formas que pueden adoptar en su conjugación se ajustan
siempre a las formas del verbo que se toma como modelo en la conjugación a la
que pertenece. Saltar, partir, amar.
Los verbos irregulares son aquellos que
no siguen los modelos clásicos de la conjugación, ya que presentan alteraciones
en la raíz o en el lexema: cuelo de colar, debía ser colo; en el
morfema o terminación: anduve, de andar, debería ser ande, o en
ambas partes a la vez: puso, de poner, debería ser ponió. Las
irregularidades de las formas verbales están motivadas por transformaciones
fonéticas que han sufrido estas formas a lo largo de la historia de la lengua,
y que han llegado a soluciones múltiples, por lo que no es fácil agrupar las
irregularidades de los verbos españoles ni reducirlas a reglas fijas. Se
clasifican en verbos irregulares totales y verbos irregulares parciales.
Los verbos irregulares totales son los
que cambian totalmente de forma en su conjugación. Son los verbos ir: yo
voy, tú ibas, él fue, y ser: nosotros somos, vosotros erais, ellos
fueron. Los verbos irregulares parciales son los que cambian sólo en parte,
en las distintas formas que presentan en su conjugación, son todos los verbos
irregulares excepto ser e ir: anduvo, piensas, tuvo,
tendríamos.
Irregulares más frecuente
Verbos defectivos
Se suelen agrupar según
tres modelos o grupos: modelo de presente, modelo de pretérito y modelo de
futuro.
Modelo de presente: Las
irregularidades que presenta un verbo en el presente de indicativo se dan,
también, en el presente de subjuntivo y en el imperativo: apretar: aprieto,
apriete y aprieta tú.
Las irregularidades del
modelo de presente consisten en:
Diptongación de la vocal
del lexema o raíz: apretar, yo aprieto; poder, yo puedo. Esta
irregularidad es muy frecuente en los verbos españoles, así: acertar,
calentar, fregar, comenzar, confesar, defender, encender, extender, gobernar,
manifestar, merendar, almorzar, mostrar, mover, oler, probar, resolver, soñar,
volar, volver...
Adición de consonante
(n, z, y): venir, yo vengo; producir, yo produzco. Otros verbos
que presentan esta irregularidad son: agradecer, apetecer, compadecer,
conocer, crecer, favorecer, merecer, nacer, perecer, tener, poner, valer,
concluir, destruir, influir...
Cierre de la vocal de
la raíz, e pasa a i: Gemir, yo gimo; servir, yo sirvo.
Otros verbos: vestir, competir, concebir, elegir, freír, medir, pedir, reír,
rendir, seguir, teñir...
Modelo de pretérito: Las
irregularidades que presenta un verbo en el pretérito indefinido se dan en el
pretérito imperfecto y futuro imperfecto de subjuntivo: andar: anduve,
anduviera o anduviese, anduviere.
Las irregularidades del
modelo de pretérito son cierre de la vocal de la raíz e que pasa a i,
y o que pasa a u: gemir, él gimió; servir, el sirvió.
Uso de pretéritos fuertes:
todos los verbos regulares tienen sus pretéritos indefinidos acentuados en la
sílaba final, son pretéritos débiles: canté, temí, partí. Los pretéritos
fuertes son los que llevan su acentuación en la penúltima sílaba y son
irregulares: tener, yo tuve; haber, yo hube, y otros verbos como: andar,
anduve; estar, estuve; poder, pude; saber, supe; venir, vine; querer, quise;
traer, traje; conducir, conduje; decir, dije; hacer, hice...
Modelo de futuro: Las
irregularidades que presenta un verbo en el futuro imperfecto de indicativo se
dan, también, en el condicional simple: tener: tendré, tendría. A
continuación se señalan las irregularidades más frecuentes en lengua española.
Las irregularidades del
modelo de futuro consisten en la pérdida de la vocal pretónica: caber, yo
cabré; poder, yo podré...
Pérdida de vocal pretónica
y aumento de consonante: valer, yo valdré; salir, yo saldré; venir, yo
vendré; poner, yo pondré...
Pérdida de vocal y de
consonante: hacer, yo haré; decir, yo diré.
Además de estas irregularidades,
los verbos españoles presentan otras que suelen ser menos frecuentes: decir,
yo digo; caber, yo quepo; saber, yo sé. Hay otra serie de verbos, los
verbos irregulares aparentes, que presentan en alguna de las formas de su
conjugación alteraciones gráficas que no responden a irregularidades verbales,
sino que corresponden al cumplimiento de las normas ortográficas de nuestra
lengua: toque, rece, cace...
Los verbos defectivos no son verbos
irregulares desde el punto de vista formal, sino que carecen de algún tiempo o
persona; unas veces, por su especial significado, y otras, por dificultades de
pronunciación. Así, son defectivos los verbos impersonales que, por su
significación de fenómenos atmosféricos o de naturaleza sólo se utilizan en
tercera persona de singular: amanecer, anochecer, llover, nevar, tronar,
granizar... Hay otros verbos defectivos de uso frecuente: balbucir,
balbucí; agredir, agredió; abolir, abolió; transgredir, transgredió; atañer,
atañe; concernir, concierne; soler, suele, solía, sol.
.verbos
auxiliares
Los verbos auxiliares
son los que han perdido o debilitado su significado verbal, y se utilizan para
la conjugación de otros verbos como haber, que se utiliza para la
formación de los tiempos compuestos: he comido, y ser, que se usa
para la conjugación en voz pasiva: Él era admirado. Otros se emplean en
combinaciones con formas no personales del verbo de significado pleno y forma
una perífrasis verbal o frase verbal que pueden ser aspectuales: está
durmiendo, volvió a hablar.
Verbos
plenos
Los verbos plenos son
aquellos que poseen contenido semántico pleno: comer, golpear, llorar, dormir
Verbos
copulativos
Los verbos copulativos
tienen como función servir de nexo o unión entre el sujeto y un elemento
nominal o adjetivo, que le es atribuido: Luis es listo. Pedro es
arquitecto. Son los verbos ser y estar, aunque funcionan como copulativos
otros verbos: quedar, permanecer, encontrarse: El niño se encuentra enfermo,
La niña permanece tranquila.
.verbos predicativos
Los verbos predicativos
son los que tienen significado pleno y constituyen el núcleo sintáctico y
semántico del predicado: el perro duerme, el obrero trabajaba.
Los verbos transitivos
Son
aquellos que necesitan de un objeto o complemento directo para completar su
significación: Juan come verduras.
Los verbos intransitivos
son los que no necesitan un complemento directo, tienen significado completo: Juan
corre. Aunque en el uso lingüístico, los verbos no son en sí mismos
transitivos o intransitivos, sino que se denominan así, según su uso: Juan
come patatas, uso transitivo, y Juan come mucho, uso intransitivo.
No obstante, hay verbos que se utilizan casi siempre como intransitivos: vivir,
caminar, existir, nacer, morir. Y otros casi siempre acompañados del complemento
directo: hacer, tener, comer: Yo hago secundaria. Hizo su trabajo; Él
tiene calor; Él comió chocolate.
Los verbos pronominales
Son los que se construyen con pronombres
reflexivos, de igual persona que el sujeto del verbo: marcharse, arrepentirse,
avergonzarse, alegrarse, asombrarse... A este grupo pertenecen los verbos
reflexivos, que los hay de dos tipos: reflexivos formales, los que tienen forma
reflexiva pero no valor reflexivo; la acción no recae sobre el sujeto que la
realiza: Juan se atreve; y reflexivos gramaticales, aquellos en los que
el sujeto es a la vez objeto de la acción: lavarse, peinarse...: Sergio se
lava. Daniel se peina. Verbos recíprocos son los que implican a varios
sujetos que realizan la misma acción y la reciben mutuamente: Daniel y
Sergio se pelean.
Los verbos impersonales
Son
aquellos que carecen de sujeto: Nieva, llueve, truena. Son los llamados
verbos de la naturaleza y también unipersonales, pues sólo se utilizan en
tercera persona de singular.
Según el modo de la acción,
que es una categoría semántica propia del verbo, que caracteriza el proceso
verbal desde el punto de vista de su manera de acontecer los verbos se
clasifican en: verbos perfectivos e imperfectivos, incoativos, frecuentativos e
iterativos.
Pronombres
Parte de
la oración que puede ocupar el lugar de un nombre o hacer alusión a él. Procede
del latín pronomen, que significa ‘en lugar del nombre’; sustituye en
ocasiones, aunque no siempre, a un sustantivo, al que se denomina antecedente.
FUNCION
Los
pronombres realizan las mismas funciones que los adjetivos determinativos
(pronombres adjetivos): determinante o modificador del sustantivo al que
acompaña: ‘éste’ por este papel; sustantivos (pronombres sustantivos):
sujeto: ‘éste’ me gusta, complemento directo: ‘las’ vendí,
complemento indirecto: ‘les’ compré la máquina, atributo: Juan es
‘aquél’, complemento circunstancial: ¿con ‘quiénes’ saliste?...;
adverbios (pronombres adverbios): complemento circunstancial: ésta es la
ciudad ‘donde’ nací.
Se conocen varios de los pronombres
Equivale a las formas del dativo a él, a ella, a
ellos y a ellas, por las que puede ser sustituido. Su función
es exclusivamente la de complemento indirecto. Se antepone siempre a los
pronombres lo, la, los y las: Se lo dije, se la llevamos a
María, se los presentaste, se las vendimos. Es compatible con la forma
pronominal tónica: Se lo contó a él, se la encomendaron a ella, a ellos se
lo dieron en la calle, se lo encargaron a ellas. En el lenguaje literario
puede aparecer amalgamado con el verbo, lo que no es frecuente en el uso oral: Escuchábaselo
a su madre desde que era niña.
PRONOMBRE
REFLEXIVO
La
persona a la que hace referencia el pronombre es la misma que la del sujeto de
la oración. Desempeña dos funciones: a) Complemento directo (la acción que
realiza el sujeto recae sobre él mismo): Elisa se alaba. b) Complemento
indirecto: Mario se corta las uñas. El pronombre reflexivo puede
aparecer reforzado por las formas a sí mismo, a sí misma, a sí mismos, a sí
mismas. Se une a la forma verbal algunas veces en los textos escritos: Mimábase
cada día más. Véase Reflexivo.
Pronombre
recíproco
Se
encuentra en oraciones cuyo sujeto es múltiple (dos o más personas) y la acción
que realiza cada uno de ellos recae sobre los demás, al mismo tiempo que recibe
la que realizan los otros. Sus funciones propias son las de complemento
directo: César y Ana se quieren, e indirecto: Antonio, Matías y
Ángela se envían mensajes a través del ordenador. Para marcar aún más esa
reciprocidad se pueden utilizar expresiones como respectiva, mutua o
recíprocamente; entre sí, unos a otros... Unido al verbo forma
construcciones como: Desafiábanse con la mirada Pedro y su hermano. Véase
Recíproco.
.
ADVERBIO
Parte de la oración que sirve para modificar,
precisar, matizar o ampliar el significado de un verbo, de un adjetivo, de otro
adverbio, de un sintagma nominal, de un sintagma preposicional o de una
oración.
Es una categoría gramatical heterogénea, caracterizada
por su invariabilidad, con algunas excepciones, ya que muchos adverbios pueden
admitir morfemas de sufijación; ejemplo: de ahora, ahorita.
Carecen de morfemas de concordancia con otros elementos de la oración; ejemplo:
Luisa está mal. Los niños están mal educados.
En español, los adverbios no
tienen unidad morfológica; por lo tanto, los hay con formas simples: hoy, mañana; con formas compuestas: anteayer; e incluso con formas
complejas, como las locuciones adverbiales: a lo grande, de vez en cuando.
El adjetivo adverbializado es
también un adverbio: bajo, alto,
oscuro, rápido; también se adverbializa con sufijos como -mente, que se forma así: si el
adjetivo tiene dos terminaciones se utiliza la forma femenina: buena/buenamente, loca/locamente; si el adjetivo sólo tiene
una terminación, se añade el sufijo —mente:
atrozmente, felizmente. Muchos
adverbios tienen la posibilidad de admitir morfemas de sufijación para formar
aumentativos, diminutivos o superlativos. Aumentativos: lejotes, arribota. Diminutivos: despacito, cerquita, ahorita, lueguito, poquito, prontito, tempranito.
Superlativos: cerquísima, lejísimos,
prontísimo, tardísimo, poquísimo, muchísimo, tempranísimo. Igualmente,
algunos adverbios admiten la gradación, característica de los adjetivos, por
medio de la anteposición de cuantificadores (más, menos, mucho, poco, muy): Mucho mejor, poco antes, muy abajo, más cerca.
Según la gramática tradicional, el adverbio es un
modificador del verbo, de un adjetivo o de otro adverbio. Juan estudia
bastante (bastante modifica al verbo). Él es bastante torpe
(modifica al adjetivo). Lo hizo bastante bien (bastante modifica
al adverbio bien). También pueden ejercer por sí mismos el valor de
oración, con significado completo: ¿Vendrás a casa esta tarde? ‘Sí’.
¿Saldrás hoy? ‘Probablemente’. Equivalen a: Sí, iré a tu casa esta
tarde, y Probablemente saldré hoy.
A veces el adverbio afecta a toda la oración,
utilizado como recurso lingüístico por el hablante: Increíblemente, Carmen
vino. También pueden desempeñar función de nexos o conectores entre
oraciones: Lo harás ‘como’ yo quiera. Iré ‘cuando’ pueda.
CONJUNCIONES
Palabra o conjunto de ellas que enlaza oraciones o
palabras, como su etimología de origen latino explica: cum, ‘con’, y jungo,
‘juntar’; por lo tanto, ‘que enlaza o une con’.
FORMA
La conjunción es una parte invariable de la lengua
que se utiliza para enlazar oraciones y establecer relaciones entre ellas: Luisa
va a trabajar y luego regresa a casa. También enlaza, dentro de la oración,
elementos que desempeñan una función sintáctica equivalente: Luis y Carmen
salen juntos.
La conjunción sólo tiene valor gramatical, no tiene
valor semántico. Su significado lo adquiere en las relaciones oracionales que
puede presentar. Valor aditivo: Luisa compra y vende objetos. Valor de
oposición: Carmen trabaja, pero no todos los días.
Son partículas que unen entre sí elementos
sintácticos equivalentes, aunque hay otros muchos nexos, en su origen adverbios
o preposiciones, que encabezan oraciones y que adquieren valor de conjunción,
aunque no tengan forma conjuntiva.
Las
conjunciones, según los distintos tipos de relaciones o enlaces oracionales que
presentan, pueden adquirir valores significativos diversos, y se clasifican en
dos tipos: coordinantes o subordinantes.
Conjunciones
coordinantes o coordinativas
Conjunciones
subordinantes o subordinaditas
Las
conjunciones coordinantes son copulativas, adversativas, disyuntivas o
distributivas.
Las
conjunciones subordinantes o subordinaditas introducen oraciones que desempeñan
la función de un sintagma nominal (sujeto, atributo, complementos o aposición)
o la función de un complemento circunstancial dentro de la oración principal
Interjecciones
Interjección,
palabra invariable autónoma, que no se inserta funcionalmente dentro de la
oración y constituye por sí sola enunciados independientes, aunque puede
establecer relaciones con otras unidades y formar con ellas enunciados
complejos.
Forma
La
interjección es una palabra invariable, que no presenta flexión. Puede ser de
dos tipos:
a) Propia: aquella que se usa exclusivamente como
interjección, como ¡ah! ¡eh! ¡oh! ¡adiós! ¡ea! ¡uf! ¡bah! ¡hala! ¡ay! ¡quia!
¡huy! ¡Ojalá! ¡Olé! ¡Zas! ¡Puf! ¡ca! ¡Cáspita! ¡Hurra! ¡tata! ¡Zape! ¡pchs!
¡guay!...
b) Impropia: aquella que utilizada como interjección,
en su origen era un sustantivo: ¡cáscaras! ¡Hombre! ¡Demonios! ¡Silencio! ¡Ánimo!
¡Caracoles!; un adjetivo: ¡bravo!; un pronombre: ¡otra! ¡Qué!;
un verbo: ¡vaya! ¡Anda! ¡Calla! ¡dale!; un adverbio: ¡fuera! ¡Despacio!
¡Atrás!; un grupo nominal: ¡mi madre! ¡Su tía! o una oración: ¡Válgame!
¡Habrase visto!
Función
Por sí sola constituye un enunciado completo, por
lo que no se incluye en otra oración, sino que forma ella sola una oración
unimembre: ¡Ah!, ¡Bah!, ¡Jesús!, ¡Vaya!
A veces se acompaña de un enunciado exclamativo: ¡Oh!
¡Qué pena! ¡Vaya, ya llegaste! Puede ir con un vocativo: ¡Cuidado,
Pedro! ¡Ay, hija! Equivale a una unidad exclamativa qué, con
funciones de adyacente del sustantivo o del adjetivo: ¡Vaya vida! ¡Vaya sucio
que vienes! Puede llevar un término adyacente, formando una unidad
exclamativa: ¡Quita de ahí! ¡Caramba con mis abuelos! El término
adyacente puede ser una oración. ¡Ojalá fuera verano! ¡Anda que no han
cambiado los tiempos!
Significación
Sirve para expresar sentimientos, actitudes y
sensaciones del hablante y como llamada de atención al oyente. Expresa estados
súbitos de ánimo, alegría, dolor, pena, sorpresa..., pero sólo tiene
significado en relación con el contexto, ya que aislada una interjección no
comunica más que la actitud del hablante y puede ser aplicable a múltiples
situaciones. La entonación es la que marca los diferentes valores
significativos de las interjecciones.
La interjección y las oraciones exclamativas, tanto
en su significado como en la entonación, están a veces muy próximos. En
ejemplos como ¡Válgame la Macarena!, pueden considerarse como una
oración exclamativa, si se toma como una petición a la Virgen en una plegaria,
pero si el hablante expresa esta oración sin la intención de implorar el
auxilio mariano, sino sólo como una exclamación de asombro, se convierte en una
interjección. Lo mismo sucede con algunos tacos o expresiones soeces.
¡Hombre! indica objeción o asentimiento: ¡Hombre, lo
dice así! ¿Te gusta? ¡Hombre! Los nombres religiosos: Jesús, Dios
mío, Virgen Santísima, indican asombro, extrañeza, temor: ¡Jesús,
Jesús! Qué accidente. ¡Virgen Santísima! ¿Qué ha ocurrido?
El adjetivo bueno se usa como fórmula de
relleno: ¡Bueno, lo hice! Bravo expresa ánimo, aplauso: ¡Bravo,
bravo!, gritó el público. Claro expresa asombro con un matiz
afirmativo: ¿Eso es así? ¡Claro...!
Las formas verbales del imperativo pierden su valor
significativo al adoptar un matiz apelativo o encarecedor: ¡Anda, qué listo!
¡Vaya, qué suerte! ¡Venga, apártate!
También pueden usarse varios adverbios como
interjecciones: ¡Aquí! ¡Arriba! ¡Pronto! ¡Bien!
El sintagma nominal mi madre se puede
aplicar en cualquier sentido: ¡Mi madre, qué susto!
Atendiendo a su significado y función comunicativa,
se han clasificado las interjecciones en:
a) Onomatopéyicas: expresan adaptaciones fonéticas
de ruidos y acciones que realizan una función lingüística. El hablante puede
crearlas aunque siempre tiene que adaptarse a las reglas de la combinación
fonemática de la lengua, llegando algunas a ser usadas con tanta frecuencia que
se convierten en sustantivos: El tictac del reloj. El guauguau. Y
¡cataplum! Se cayó. Chac...chac, el tren se alejaba. Tras...tras, escondido
estoy. ¡Paf! Maté al mosquito. El grifo goteaba y sonaba plas...plas...plas.
¡Zas! ¡zas! Toma te lo ganaste. Rin...rin, rin, sonaba insistente el teléfono.
b) Apelativas: sirven para llamar la atención o
imponer algún comportamiento al oyente; también se pueden incluir las fórmulas
de saludo: ¡Hola! ¡Chao! ¡Abur! ¡Eh! ¡Ey! ¡Ea...ea! ¡Hala! ¡Chitón! ¡Chist!
¡Eh, tú!, ¿qué haces? ¡Hala, hala!, ¡qué escándalo! ¡Chist!, habla bajo;
¡Chitón! Solo hablo yo; ¡Ey, Carmen! Espérame; ¡Ea, ea! Juana se enfada.
c) Sintomáticas o anímicas: expresan el estado de
ánimo del hablante. Su sentido concreto depende del significado del contexto y
de la situación y son las más abundantes: ¡Ah! puede expresar
comprensión y es utilizada en respuestas; también señala algo que uno percibe o
se le ocurre de repente: Iré luego a tu casa, ¡Ah! Bien; ¡Ah! Se me
olvidaba, te han llamado por teléfono; ¡Ah!, ¡no! No puedo hacerlo.
¡Ay! indica dolor, sobresalto, protesta, lamento: ¡Ay!
¡Qué dolor!; ¡Ay, qué gran sorpresa!; ¡Ay, qué pesada eres!; ¡Ay de mí!
Bah manifiesta lo contrario a lo expresado
anteriormente, desdén, rechazo, incredulidad: Yo lo diré. ¡Bah! No puedes;
¿Odio? ¡Bah!
Cá, quiá señalan negación o incredulidad ante lo expresado
previamente: ¿Estás triste? ¡Cá! ¿Estás triste? ¡Quiá!
Caramba, caray marcan sorpresa o enfado y sustituyen a
expresiones malsonantes: ¡Caramba, qué golpe!; ¡Caray, es terrible!
Ea denota la conformidad con lo dicho: ¡Ea! Ya
está.
Guay es una interjección anticuada que se conserva en
algunos países de América para significar una sorpresa irrisoria: ¡Guay lo
que dices! Hoy, entre los jóvenes, se usa para expresar que algo es
estupendo o muy bueno: ¡Qué guay! Iremos de excursión.
Hola se usa como saludo, pero también tiene matiz
apelativo y sorpresa: ¡Hola, hola! ¿Hay alguien?
Huy, uy indican sorpresa o extrañeza, con intención
ponderativa: ¡Huy! La que se armó. ¡Uy, qué cariñoso estás!
Ja, ja es una onomatopeya que expresa risa o carcajada,
mediante la reiteración: Pero, ¡qué tonto! ¡ja! ¡ja! ¡ja!
Oh puede indicar temor, decepción, sorpresa,
tristeza, alegría... depende del contexto: ¡Oh, no! No puede ser.
Ojalá se usa para marcar el deseo intenso o añoranza, va
en construcciones sintácticas con subjuntivo: ¡Ojalá acierte la quiniela!;
¡Ojalá volvamos al pueblo!
Olé sirve para jalear; indica entusiasmo, aplauso: ¡Olé!
y ¡Olé!; ¡Olé, tu salero! Así se torea.
Psh, pché, manifestación de indecisión, indiferencia,
desprecio: ¿Te gusta? ¡Psh! Todo ha sido mentira. Pché, ya lo veo.
Puf, puaf expresan asco, repugnancia: ¡Qué sucio está
todo! ¡Puaf! Tengo náuseas ¡Puf, qué asco!
Uf expresa diferentes actitudes del hablante,
cansancio, dolor, angustia, alivio...: ¡Uf! ¡Gracias a Dios!; ¡Uf!, ¡qué
agotamiento!; ¡Uf, qué calor!; ¿Había mucha gente? ¡Uf, muchísima!
Preposiciones
Palabra
que relaciona un nombre o un pronombre con otra palabra de la que es
complemento, como indica su etimología de origen latino prae ‘delante’, positio,
‘posición’. Las preposiciones son palabras que enlazan un elemento sintáctico
cualquiera, principalmente, un sustantivo o equivalente, con el que forma un
complemento de otro sustantivo, mujer ‘con’ suerte, de un verbo, voy
‘a’ casa, de un adjetivo, bueno ‘de’ naturaleza, de un adverbio, lejos
‘de’ casa, de un pronombre, ninguno ‘de’ nosotros, o de una interjección,
¡ay ‘de’ mí! Al término del cual depende el complemento se llama término
regente, núcleo o inicial, y al término que sigue a la preposición, término
regido o terminal
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